SOMOS FRONTERA(S)

 

Indice: SUPERFICIES Y FRONTERAS  /  OSCILACIONES COLECTIVAS  / TERRITORIOS SUPERPUESTOS  / LÍNEAS (IN)VISIBLES  /  HORIZONTES MAPEADOS

SUPERFICIES Y FRONTERAS

 

La frontera, como concepto, nunca a tenido una definición precisa debido a su amplitud y complejidad. A través de los años ha sufrido continuas alteraciones y ha sido interpretado de muchas maneras distintas, abarcando todo tipo de aspectos y nociones humanas. Dependiendo del contexto, la escala y el tiempo se podría considerar casi cualquier cosa como una frontera. Intentaré profundizar en el concepto de frontera para evidenciar la importancia de su entendimiento, que radica en las innumerables implicaciones que tiene en todos los seres vivos que habitamos en el planeta.

Comúnmente pensamos en que las fronteras son márgenes o bordes bien definidos que se encargan simplemente de dividir, aislar e impedir el movimiento; sin embargo, esta es una visión que limita nuestra forma de comprender el mundo y a nosotros mismos. Una frontera es más que una simple línea divisoria, sus implicaciones alcanzan ámbitos tan diversos como los culturales, políticos, económicos, etc. Sin importar de lo que hablemos (en biología, filosofía, arte, psicología, religión, urbanismo, matemáticas…) las fronteras siempre estarán presentes de una u otra forma; ya sea para restringir o conceder libertad, para definir espacios y dar identidad o actuando como medio para la transferencia de ideas y materiales.

Todo intercambio ocurre a través de ellas, permitiendo toda clase de conexiones e interacciones. Nos separan como individuos y a las vez nos vinculan con el mundo. Desde la superficie terrestre hasta la membrana de una célula, pasando por la corteza de los árboles, las paredes de una casa, la cáscara de las semillas o una simple línea trazada sobre el suelo.

Para comprender los alcances y la complejidad de las fronteras podemos empezar por explorar los conceptos de espacio, territorio y lugar; elementos fundamentales que, con sus múltiples interpretaciones y enfoques, nos harán indagar en lo profundo del mundo natural y el comportamiento humano.

 

Espacios

En su forma más básica, un espacio es un medio ocupado por un cuerpo, que se caracteriza por ser homogéneo y continuo. A menos que sea infinito, un espacio puede considerarse como una unidad vinculada a otras por medio de una circunferencia. Es a través de dichas circunferencias que un espacio genera fronteras que lo delimitan y lo definen y que le dan ciertas cualidades que lo separa y a la vez lo une a otros espacios. Son las similitudes y diferencias resultantes las que generan las condiciones para hacerlos habitables y, por ende, las que nos permiten referirnos a un espacio como un territorio o lugar.

“El espacio espacia… En la medida de que el espacio espacia, libera al campo libre con el que ofrece la posibilidad del entorno, de lo próximo y de lo lejano, de las direcciones y de las fronteras, la posibilidad de las distancias y de las dimensiones.” Martin Heidegger.

 

Territorios

Se considera como territorio a un sistema socioecológico que implica las relaciones entre los humanos y su entorno físico, así como aspectos demográficos, políticos, económicos, etc. Su planteamiento depende en gran medida de la ciencia que lo defina; en geografía se usa como el equivalente a relieve o superficie terrestre; en ecología puede entenderse como el medio natural, que comprende los seres vivos y no vivos que conforman la Tierra; en política se refiere a la delimitación geográfica y administrativa de un Estado.

Un elemento que prevalece en cada territorio es la existencia de retículas estructurales bajo las cuales se rigen. Funcionan para definir sus propiedades y funciones y, por más ambiguas que sean, introducen cierto orden y control; permiten establecer patrones que determinan la distribución de todo aquello que ahí se encuentre.

Sin embargo, un territorio puede contener infinidad de retículas, unas sobre las otras, creando complejas redes interconectadas. Abarcan más allá de los físico, manifestándose a distintas escalas y variando su forma para adaptarse al contexto.

Las retículas han servido para articular nuevos territorios, para darles forma y definirlos, para tener una imagen clara que nos permita establecer sus límites. No se trata sólo de proyectar líneas sobre una superficie sino que cada trazo cumpla con una intención establecida por quien la proyecta. Su relevancia recae en el poder que ejercen para moldear un territorio y a sus habitantes.

Pensemos en los meridianos y paralelos, líneas imaginarias que nos sitúan en la superficie de un planeta en base a la latitud y longitud y que ordenan los usos horarios y el sistema climático terrestre. Las retículas pueden llegar a ser el esqueleto de un territorio, surgen por una necesidad y nos ayudan a comprender lo que tenemos frente a nosotros, a seleccionarlo, dividirlo en partes, nombrarlo y catalogarlo. 

Como todo concepto humano, estas retículas son una invención en ocasiones contradictoria, de concesiones fortuitas. ¿Qué pasa con los territorios y sus fronteras cuando una retícula colapsa? ¿cuando se desecha y se sustituye por otra? Aquí entra en juego la resiliencia de un territorio y de sus habitantes, todo aquello que sucede en su interior. Vivimos en espacios pensados, construidos a partir de preceptos y sistemas que van y vienen y que generan infinidad de experiencias que transforman los territorios en lo que llamamos lugares.

 

Lugares

Un lugar se puede explicar como un espacio específico en donde está situado algo o alguien, e implica una serie de acontecimientos o eventos que van más allá de sus cualidades físicas y espaciales.

* “…El lugar tiene más sustancia de lo que sugiere la ubicación de la palabra: es una entidad única, un “conjunto especial” (Lukermann, 1964, p. 70); Tiene una historia y un significado… El lugar no es solo un hecho que debe explicarse en el marco más amplio del espacio, sino que también es una realidad que debe aclararse y entenderse desde las perspectivas de las personas que le han dado sentido.

Yi-Fu Tuan. Space and Place: Humanistic Perspective.

La palabra lugar viene de los términos en latín placea, (un punto específico o localizado), de platea (un espacio abierto) y de planta que se refiere a la planta del pie.

Como individuos, empezamos por marcar y delimitar nuestro espacio personal y a partir de ahí creamos nuestras propias fronteras haciendo una distinción de los límites que les corresponden a otras personas a partir de las condiciones y restricciones que el contexto nos impone. Encontrarse en un lugar implica habitarlo.

Nos consideramos seres sociales, y tendemos a reunirnos y crear grupos en donde sus miembros comparten ciertas similitudes. Nuestro rol dentro de una comunidad puede ser un condicionante clave en la determinación de los límites que se nos imponen o que queremos implantar. Nicholas S. Mang, en su libro ‘The rediscovery of place and our human role within it’, nos recuerda que cada lugar tiene una estructura única e integral que define lo que sí encaja y lo que no funciona.

La manera de interactuar entre los habitantes de un lugar determina en muchos casos el tipo de lugar en el que se hallan y, del mismo modo, las fronteras de ese territorio dan identidad a las personas en su interior. La continua inclusión, exclusión y reintegración que se da a partir de esas interacciones hace posible el intercambio de elementos materiales e inmateriales (como nutrientes e información) tanto dentro como fuera de los territorios.

Las especies animales y vegetales generan relaciones que les permiten complementarse entre sí mientras mantienen su propio espacio personal; cuando rivalizan entre ellas por alimentos o cuando se enfrentan por el control de un territorio lo hacen sin romper el balance dentro del ecosistema.

Lo primero que se nos viene a la mente cuando pensamos en un lugar es un espacio bien definido y estructurado, con características que nos permiten diferenciar sus límites, su centro, sus vías de distribución y sus accesos y salidas; pero si reflexionamos sobre a lo que realmente llamamos lugar, nos daremos cuenta de que sus fronteras se vuelven borrosas, se pueden mezclar entre sí, fusionarse y hasta desintegrarse. Solemos atribuirle a los lugares significados y simbolismos que sobrepasan su condición de entorno físico y los convierten en espacios metafísicos. En el colectivo imaginario, se han convertido en una amalgama de conceptos abstractos de distinta naturaleza.

“Nuestra época es aquella en la que el espacio toma la forma de relaciones entre sitios.”

Helen Liggett, City Sights/Sites of Memories and Dreams.

En años recientes han surgido una gran variedad de vertientes explicando nuevos conceptos referentes al espacio, los territorios y los lugares.

Henri Lefebvre, filósofo y sociólogo, introdujo la idea del espacio como proceso; en su libro La Producción del Espacio (1974) argumenta que lo social afecta las percepciones espaciales y debido a esto el espacio físico se encuentra en continua formación, volviéndose un producto social y a su vez un medio de control. Cada sociedad produce sus propios espacios mediante determinadas prácticas, en una continua lucha de poderes; desde la estructura de la “casa habitación” hasta la de la ciudad y el mundo globalizado. La generación de lugares y fronteras va entonces de la mano con los valores que predominan en una sociedad.

En los años sesenta el filósofo Michel Foucault acuñó el concepto de Heterotopía (del griego héteros: “otro, diferente” y topos: lugar), para describir aquellos lugares cuyas características son determinadas a partir de las dinámicas de poder de sus habitantes; son lugares heterogéneos, que yuxtaponen en un lugar real múltiples espacios imaginados y que “producen formas alternativas de organización” (Dr. Kevin Hetherington). No pertenecen del todo a su contexto pues corresponden al mismo tiempo a otra realidad, una realidad muchas veces ficticia, construida. Así como existe la idea de los lugares utópicos y distópicos, las heterotopías son lugares híbridos que aluden a su función de espacios ilusorios y reales al mismo tiempo. No hay sociedad que no haya construido sus propias heterotopías ni tampoco heterotopía alguna que haya permanecido inalterada.

Aunque este término ha sido cuestionado y reinterpretado en múltiples ocasiones, una definición breve oportuna puede ser la de Manuel Herrera: “…una formación de espacios diferenciales mediante sistemas simbólicos y políticos de control social”.

El geógrafo Edward Soja, basándose en los principios establecidos por Lefebvre y Foucault, estableció el término Thirdspace (Tercer Espacio) para referirse a una manera particular de pensar e interpretar los espacios producidos socialmente. Los procesos espaciales y sociales se construyen con las relaciones humanas y la geografía en conjunto, no uno antes del otro. Desde esta perspectiva, el espacio no es visto sólo como un área física delimitada, ni la representación o conceptualización de éste, sino que además abarca la experiencia humana de dicho espacio y el significado que se le da.
Un ejemplo puede ser un campo de fútbol; el Primer Espacio sería su ubicación en la ciudad, claramente visible y físicamente presente. El Segundo Espacio es el cómo la gente lo ve como un lugar en el cuál se juega fútbol. El Tercer Espacio engloba el primero y el segundo pero incluye además la convivencia entre los jugadores, las pláticas y discusiones, el ir a hacer ejercicio y relajarse tras el trabajo y cada significado único que le dan las personas a partir de todas las acciones generadas.

Otro concepto relevante es el “no-lugar”, ideado por el antropólogo Marc Augé, para referirse a los lugares transitorios, aquellos cuya poca o nula importancia histórica les impide ser considerados “verdaderos lugares”. Son lugares definidos por su anonimato y una identidad ambigua, en los que la permanencia de sus habitantes es temporal y pasajera y sus interacciones resultantes son artificiales o hasta nulas.

“No vivimos en un espacio neutro y blanco; no vivimos, no morimos, no amamos dentro del rectángulo de una hoja de papel. Vivimos, morimos, amamos en un espacio cuadriculado, recortado, abigarrado, con zonas claras y zonas de sombra, diferencias de nivel, escalones, huecos, relieves, regiones duras y otras desmenuzables, penetrables, porosas; están las regiones de paso: las calles, los trenes, el metro; están las regiones abiertas de la parada provisoria: los cafés, los cines, las playas, los hoteles; y además están las regiones cerradas del reposo y del recogimiento. Ahora bien, entre todos esos lugares que se distinguen los unos de los otros, los hay que son absolutamente diferentes; lugares que se oponen a todos los demás y que de alguna manera están destinados a borrarlos, compensarlos, neutralizarlos o purificarlos.” Michel Foucaut, Conferencias radiofónicas en France-Culture (1966).

En todo el Mundo existen lugares que creemos diferentes, especiales o fuera de lo común, no sólo por su tamaño, ubicación o cualidad física, sino por el significado que la sociedad les ha otorgado. Su importancia recae en atributos sociales, construidos alrededor de costumbres,creencias, normas y leyes. 

Sin siquiera buscarlo y sin darnos cuenta, somos capaces de crear lugares ilusorios que llevamos con nosotros a todas partes y que nos siguen mientras influyen en nuestro alrededor. La textura de una pared, los contornos de los edificios, los cruces de las calles y hasta los olores evocan imágenes de otros tiempos y lugares ya recorridos que se entremezclan con nuestro presente. Pareciera que esta amalgama de recuerdos nos acompaña a donde vayamos, haciéndonos olvidar por momentos la extrañeza del lugar en donde nos encontramos. Son lugares que vamos construyendo en nuestra mente a partir de fragmentos de otros, que con el paso del tiempo van cambiando y van dejando de ser lo que originalmente pensábamos.

Existen una inmensa diversidad de conceptos que nos permiten entender cómo los lugares pueden también considerarse creaciones artificiales, no sólo construcciones físicas. No todos responden a nuestros deseos y necesidades, muchos son imprevistos, accidentales, surgen de manera no programada en los momentos menos esperados. Nuestras ideas moldean el espacio físico y construyen sobre él.

El espacio no llega ni busca descansar. Existe mientras los significados continúen circulando.

Helen Liggett, Urban Encounters.